La cuarta revolución industrial no es nuestra revolución
Marcos Rivero Cuadrado y Moisés Rubio Rosendo de Solidaridad Internacional Andalucía & Andreas Speck de La Transicionera
“Las nuevas tecnologías y enfoques están fusionando los mundos físico, digital y biológico de maneras que transformarán a la humanidad en su esencia misma”, afirma Klaus Schwab, economista y fundador del Foro Económico Mundial de Davos.
En su extremo, la “Cuarta Revolución Industrial” (4RI) promete aumentar las capacidades humanas a través de las nuevas tecnologías, e incluso ser capaz de “curar” el envejecimiento, conduciéndonos a una nueva y controvertida especie “posthumana“. El protagonismo de esta revolución en la que nos adentramos con gran rapidez lo tendrán la nanotecnología, la biotecnología, los robots, la inteligencia artificial, los sistemas de almacenamiento de energía, las energías llamadas limpias, el Big Data, los drones, la realidad virtual y aumentada y la impresión en 3D.
Paralelamente al anuncio del Foro de Davos, el canal #0 dio voz en el mundo hispanohablante a José Luis Cordeiro, a quien presentó como profesor fundador de la Singularity University, “para intentar averiguar a cuántos pasos está la ciencia de alcanzar esa utopía llamada inmortalidad”: la muerte de la muerte, fabricación de órganos, criogenización, colonización de planetas, exocortex, telepatía, comida artificial, computación cuántica… Un curioso elenco de posibilidades que parece salido de la ciencia ficción, en particular, de La Saga de los Heechees, de Frederik Pohl.
La nueva industria 4.0 estaría muy automatizada y robotizada, por lo que es de prever que se perderían o flexibilizarían hasta límites insospechados muchos empleos ligados a la industria tradicional
Efectivamente, José Luis Cordeiro no sólo recrea en su discurso una obra clásica de ciencia ficción sino que, además, no es reconocido por la universidad a la que dice pertenecer: ¿un charlatán de feria? En cualquier caso, con estas credenciales, resulta ilustrativo que su discurso sea legitimado por uno de los periodistas más premiados de España, Iñaki Gabilondo, emitido en el canal de la compañía de telecomunicaciones más importante de Europa, Telefónica, cuyo principal accionista –incluso por encima de cuatro de los principales bancos europeos– es la mayor empresa de gestión de inversiones del globo, BlackRock. ¿Por qué poner tal fuerza financiera, comunicativa y de legitimación al servicio de alguien de dudosa credibilidad? ¿Es que el relato de la 4RI requiere de un “contador de cuentos”?
Otro relato moderno
Aunque ha sido un tema recurrente en lo que llevamos de siglo, fue a principios de 2016 cuando el Foro Económico Mundial anunció al mundo que entrábamos en la 4RI. Desde entonces, su presencia en los medios de comunicación de masas se ha multiplicado para decir que ya está aquí, que su impacto sobre nuestro mundo es inevitable y que debemos prepararnos para ello.
En España, el Gobierno ha lanzado una plataforma web para promoverla y algunas grandes corporaciones ya se han lanzado a proclamarla como el próximo paso en nuestra evolución natural. Sin embargo, a pesar de que quienes la anuncian reconocen que su implantación provocará, en las próximas décadas, un cambio radical en la estructura social y económica de nuestras sociedades como en la propia esencia de los individuos, la mayor parte de la ciudadanía y de nuestras instituciones no parece reconocerle demasiada relevancia.
La 4RI se presenta como la solución a la crisis de la economía global que, desde el crash financiero, muestra serias dificultades para seguir creciendo. Con ella se ganaría en productividad y flexibilidad –dos de las características de la economía más afectadas por la crisis–, se crearán nuevos puestos de trabajo y, además, el sistema productivo sería mucho más respetuoso con el medio ambiente. En definitiva, un cambio que nos ayudaría a transitar hacia una economía de crecimiento sustentable y una nueva fase de prosperidad de la que podrán disfrutar las nuevas generaciones.
Para ello, la 4RI cambiará de forma radical la forma de globalización modelada en la última década, adentrándose ahora en una nueva fase donde los flujos comerciales de larga distancia serán reemplazados por otros más regionales. Un gran cambio macroeconómico que se producirá a partir de la reindustrialización de los países más ricos, que ahora buscarán producir cerca de los mercados de consumo.
Riesgos, amenazas
Sin embargo, sus promotores también asumen que su implantación podría conllevar riesgos y amenazas, siendo la principal la de incrementar las desigualdades y los procesos de exclusión, tanto en el interior de los países como entre ellos.
La nueva industria 4.0 estaría muy automatizada y robotizada, por lo que es de prever que se perderían o flexibilizarían hasta límites insospechados muchos empleos ligados a la industria tradicional. Así mismo, al ser más demandados los hombres con alta cualificación, las personas menos formadas y/o de otros géneros seguirán siendo menos competitivas y tendrán menos oportunidades profesionales. Además, nos dicen que sólo los países que sean capaces de transformarse con audacia podrán aprovechar un crecimiento que no estará disponible para el conjunto de la población.
¿Y quién ha de gestionar estos riesgos y amenazas? ¿Las sociedades y sus gobernantes? ¿Se seguirá reforzando el uso de la tecnología para el control social sin abordar la precarización de nuestras sociedades? ¿Pueden sociedades que se dicen democráticas adentrarse en una revolución de tal calibre sin discutir siquiera si es esa la dirección que quieren tomar?
El relato de la 4RI responde a la necesidad que tiene esta oligarquía mundial de atrincherarse frente al declive de su viejo poder industrial
Más allá aún, en línea con la crítica al transhumanismo y la hiperindividualización, aquella hipotética especie “posthumana“, ¿dejaría como miembros de una especie inferior e inútil a quienes no pudieran o quisieran incorporarse a esa revolución?
Lo que parece claro es que la 4RI sólo puede presentarse como una oportunidad si se invisibilizan la insostenibilidad ecológica del crecimiento económico –en un contexto de agotamiento y degradación de los recursos materiales y energéticos– y su indeseabilidad social, habida cuenta de los procesos de desigualdad, expulsión y exclusión social que la acompañarían.
Fenómenos como el cénit mundial de extracción de petróleo, la pérdida masiva de biodiversidad y el cambio climático nos están anunciando ya un futuro sin crecimiento económico global determinado por la creciente escasez de aquellos recursos materiales y energéticos estratégicos para el sostenimiento del sistema capitalista y la civilización industrial.
En este sentido, la exploración espacial o la explotación de los fondos marinos, aunque se presentan como una alternativa en la búsqueda de esos recursos imprescindibles aunque, por su alto coste tecno-energético, representan mejor una huida hacia adelante o una maniobra de distracción masiva, que una posibilidad real en el actual contexto de creciente escasez.
Y, aunque fuese factible desde el punto de vista energético y de los materiales, podríamos sospechar que la 4RI estaría al servicio, una vez más, de una minoría oligárquica formada por las élites industriales, tecnológicas, financieras, mediáticas y políticas que la impulsan. Muchos indicios apuntan a que puede tratarse más bien de una maniobra de engaño y distracción que asegure cierta paz social, mientras se ponen en marcha otras estrategias sociopolíticas menos entusiastas (gobiernos ecofascistas y guerras de conquista de los recursos) que aseguren la lógica de privilegios y explotación del actual orden socioeconómico.
De hecho, parece acertado sugerir que el relato de la 4RI responde a la necesidad que tiene esta oligarquía mundial de atrincherarse frente al declive de su viejo poder industrial y, ante la amenaza de una sociedad cada vez más desigual y polarizada, poner en marcha una estrategia que fortalezca, en tiempos de incertidumbre, su relato hegemónico del crecimiento económico ilimitado. De esta manera, mantendría sus beneficios mediante un uso más eficiente de los recursos materiales y energéticos y una mejora de la productividad; facilitaría el manejo de los centros de producción industrial, al eliminar el poder de una clase trabajadora ahora sustituida por robots y, por fin, fortalecería el control sobre la población mediante la incorporación y el uso generalizado de las nuevas tecnologías.
La importancia de visibilizar el colapso
Un fin de ciclo parece inevitable, sin embargo, quién lo lidere y hacia dónde está aún por decidirse. Para ello no es lo mismo que la sociedad sea consciente o, por el contrario, siga ajena al colapso civilizatorio en el que nos estamos adentrando. Mientras que el primer escenario nos da la posibilidad de abrir un debate urgente en nuestras democracias y explorar nuevos caminos para reconstruir la resiliencia de nuestros territorios y poblaciones, en base al cuidado de las personas y la naturaleza, el fortalecimiento de lo común y la democracia radical; el segundo nos lleva, de la mano de la 4RI, a la creación y fortalecimiento de regímenes ecofascistas o, más allá, al ecosuicidio.
Todavía estamos a tiempo de luchar por una sociedad deseable y sostenible: aún podemos hacer un cesto con estos mimbres. Abandonemos la fantasía distópica del progreso ilimitado. Ésta no es nuestra revolución.
Artículo publicado en la web de El Salto diario sobre la Cuarta Revolución industrial y porqué debería preocuparnos.
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